miércoles, 29 de agosto de 2007

Un poquito del pasado


En el edificio de al frente hay tres personas mirando por la ventana, y realmente intimida porque lo único que quiero es abrir la ventana para recibir lo poco de sol que podría llegar a este ahora-naranja congelador. Y me molesta porque se siente un poco como antes, cuando debía encerrarme en la casa, ese antes que muchos desconocen porque es una época que me marcó, pero no la que más me agrade.

Durante la básica ( de 1º a 8º completitos) fui más bien una niña muy introvertida, pero fue porque las condiciones me hicieron asi. En el fondo era el florerito de mesa, me encantaba ser actriz, bailarina, escritora y humorista, adoraba crear cosas porque sentía que nunca encontraría otro igual, ni en un millón. Sentía que brillaba porque tenía toda la atención que quería, en los primeros años, pero de a poquito aquella luz se apagó. Nació mi hermana y junto con ella suficientes primitos como para formar un equipo de fútbol, y toda la atención que recibía la tuvieron aquel montón de guaguas apestosas y lloronas. Igual los quiero, eran muchos muñequitos, cada uno tenía su gracia y pasé de ser la niña consentida y la comprensiva tía de jardín. Eso fue a los 6.


Nos cambiamos a la casa de mi abuela, el 10 oriente de La Granja. Nunca fui parte de allí. Luego llegó la nana. Para quienes conozcan lo que es tener química con una persona, al punto de que recién la conoces y sabes que una amistad funcionaría a la perfección, porque se comprenden. Bueno, con la nana fue todo lo contrario, vieja de mierda carbonera. Ya perdí la cuenta de cuantos años llevo pidiendo que la echen, debe ser como la edad de mi hermana, supongo...siempre la prefirió a ella, y a mi me odió.


La casa era grande, tenía un buen patio y estaba el Lucas, mi león de circo, mi perro acróbata, mi héroe. Siempre estuvo, incluso antes de que yo naciera, y me adoraba porque siempre le dejaba lo que quedaba del yogurth. Un día llegué del colegio, el Lucas siempre salía afuera del pasaje a recibirme, pero esa vez no lo hizo. LLegué a la casa y la nana tenía esa sonrisa burlona, mi papá me dijo " lo sacrificamos, estaba muy viejo". Lloré toda esa tarde, tampoco quise comer. Mi héroe había muerto.


Y la inseguridad atacó al barrio, o quizás siempre fue así y yo no lo había notado. A veces pensaba que cada vez que crujía el techo era porque un ladrón entraría a asaltarnos, a veces ni podía dormir.


En el verano intenté ser amiga de los niños del pasaje, nos quedábamos jugando hasta tarde en la calle, no nos daba miedo, no en ese entonces. Pero un día llegué a la casa y me picaba la cabeza. Piojos, dijo mi madre y al día siguiente me lavó con Launol. Desde ese momento noté que era diferente a los otros niñitos, hablaba distinto y tenía otras expectativas del futuro. Junto con los piojos llegaron las sombras al pasaje, tipos con cara de enfermos, gente mala...lo podía presentir. El miedo a los piojos y a esa gente hizo que ya no quisiera jugar.


Descubrí la manera de no llevarme mal con la nana, evitarla, sólo salía de mi pieza para ir a al colegio y almorzar. Cuando llegaba mi mamá me alegraba tanto, porque a para esa hora ya estaba cansada del claustro y lo único que quería era salir, su llegada significaba que se iba la nana y esa era la mayor alegría. Pero mi mamá no compartía aquella felicidad, llegaba cansada e incluso enojada porque veía que la casa era un desastre. A pesar de ello nunca hechó a la nana, ni hasta ahora entiendo. Comprendí que para que no se enojara debía hacer yo el aseo, y así me convertí en la nana de la casa. Estaba encerrada toda la tarde y salía poco antes de las 6 para limpiar pasar la virutilla y sacudir los muebles, la no-nana mientras hacía la hora planchando lento y viendo tele.


El ambiente empeoró con el paso de los años, a veces faltaban cosas en la pieza de atrás pero nunca descubrimos al ladrón. Mi papá cerró la casa hasta que parecía cárcel, odiaba que fuésemos nosotros los encerrados si eran otros los que merecían estar tras las rejas.


Creo que solo dos veces invité gente a la casa, sentía que no vivía ahí por lo que no tenía sentido que el resto lo conociera.


Así fue la vida en el 10 oriente, algunos de los peores momentos de mi vida los viví allí, esa casa quedó marcada para siempre, incluso pienso que quien viva allí lo pasará mal.


El día en que nos fuimos ni siquiera me despedí de las personas, estaba tan emocionada con el nuevo departamento, con la nueva vida, con salir de aquel retraimiento, con no tener vergüenza ni miedo, y hasta el día de hoy me alegro de haber salido de allí.


(Ahora solo falta deshacerce de la nana :) )

3 comentarios:

Kiwi dijo...

hay que ver las vueltas que da la vida... mi infancia fue muy buena y con el tiempo fue empeorando todo... pero despues de la tormenta siempre sale el sol :)

[saиgяecoиleche] dijo...

maca descubrí un nuevo signo de ñoñez: saberse de memoria algunos unicodes ke ocupas en fotolog y blogger, como el corazoncito ♥, la notita musical ♪, y la notota musical 6#9835.
ke miedo ke me los sepa de memoria.
=O
hola. viva mi blog con chat

[saиgяecoиleche] dijo...

ahg, postié mal la notota, es ♫