martes, 26 de febrero de 2008

Cosas de Infancia



  1. El suplemento del Mercurio, Timón.
  2. Milkybar.
  3. Cola de Tigre de 100 pesos.
  4. Cualquier dulce de 100 pesos (odio los 120 o 130, me he vuelto coleccionista de monedas de 10 pesos)
  5. Comer papas fritas, chocolate, tomar bebida y un surtido de cosas tóxicas sin quejarme después del dolor de estómago.
  6. Domingos viendo Cachureos y puré con vienesa para el almuerzo.
  7. El Lucas.
  8. Botas para el agua...de color.
  9. Los Locos Adams.
  10. Tener cocina.
  11. Los Pitufos.
  12. Sus similares submarinos de los que no recuerdo el nombre.
  13. Nubeluz.
  14. (pucha que era buena para ver tele)
  15. Los supercampeones.
  16. Tener mochila Barbie.
  17. Quedarme dormida en cualquier parte.
  18. Y andar en brazos cuando me cansaba.
  19. Llorar como Lulú (y vestirme como ella)
  20. Tardes de cine en TVN.
  21. Retroceder el casette con un lápiz.
  22. Calcetines blancos con vuelitos.
  23. Vestidos anchos.
  24. Zapatos de charol.
  25. La mamadera.
  26. Zanahoria rayada con azúcar.
  27. Manzana rayada con azúcar.
  28. Comida molida con dibujitos de aceite ( eran ingeniosos con la comida para que pudiera comer)
  29. El anuncio de la hora de dormir.
  30. El angelito de canal 13.
  31. Pijamas con patitas.
  32. Despertar temprano sin cara de poto.
  33. Pasar gratis por el metro.
  34. Andar tranquilamente con la cara sucia.
  35. Tener "amigos" de un día.
  36. Andar en moto en la playa.
  37. Comprar regalitos sorpresa.
  38. La frazadita a cuadrille.
  39. No saludar si la gente no me caía bien.
  40. No tener mayor obligación que comer y portarme bien.
  41. Que me apretaran las mejillas.
  42. Tener cara de maldad =D
  43. Robar masitas.
  44. Cortar pantrucas con mi abuela.
  45. Las improvisaciones artísticas en las paredes y floreros.
  46. Oler a colonia rosadita.
  47. Ir a la feria ( con mi propio carro).
  48. No preocuparse por depilación, ni el rollo o la celulitis ni ningún problema de mujer.
  49. Tener bolsita con dulces en los cumpleaños.
  50. No saber que es una toallita higiénica.
  51. El Silabario.


al que se le ocurra algo mas, que siga. :)

sábado, 23 de febrero de 2008

El regreso de la chasquilla y las zapatillas moradas


Me declaro adicta a esos días en que la lluvia por fin lo ha limpiado todo y el pasto brilla gracias al sol que decide ser más nostálgicamente luminoso que nunca. A pesar de la amenazas como "este clima es el más peligroso, fuente segura de resfríos" por un momento soy rebelde y me echo en el pasto húmedo, porque es rico, porque esta limpio, porque hueles que el aire esta un poco menos hostigante que siempre. Aquellos días son los de la chasquilla y las zapatillas moradas ( de las cuales no diré la marca aunque ya pueden asumir cuan alternas son), sin la pegoteada transpiración y con el relajo de saber que la lluvia espantó a la gente y a las cacas de perro. No se porqué siempre relaciono la chasquilla a un look otoño-invierno, quizás porque el calor del verano y el pelo en la frente no le ayudan a una cara que lo único que pide es un poco de aire fresco, también odio despertar con la chasquilla pegoteada en la frente. Por eso, cuando los días ya empiezan a refrescar en un simbólico gesto antiarrabal agarro las tijeritas e invento algo que se asemeje a una chasquilla por sobre la ceja o a la altura de esta, algo que me haga ver menos común y más yo, unos mechoncitos que según como se usen pueden variar considerablemente la suposición de la edad. Y las zapatillas regresan para dejar a las chalas resignadas al fondo del lote de zapatos, entre una pantufla solitaria y aquellos zapatos que ya no usas pero que no quieres botar.
Pero se está terminando febrero y no hay caso con la lluvia, con el frío ni con el otoño, no hay quien se atreva a despedir las calurosas tardes junto al ventilador y por más que me corte la chasquilla y saque las zapatillas del closet, no puedo tomar té sin sentirme asfixiada ni puedo echarme en el pasto sin sentir el olor de la caca reseca o la transpiración de toda una ciudad.
Soy la tipa otoñal de chasquilla y zapatillas que exige vagar en el pasto fresco.


*advertencia : llevo meses sin dibujar hasta que hace poco me reconcilié con los lápices de colores

miércoles, 20 de febrero de 2008

Las 8:00 del día del sueño y lo que aprendí

Hubo un tiempo en el que todo se perdió entre bostezos y mareos. Por fin podía dormir.
Y dormí, a ratos, interrumpida por una que otra obligación o el teléfono que justo aquel día se convertía en el despertador oficial del tan deseado "día del sueño", a lo más se que no recuerdo que dije en cada una de aquellas llamadas pero acorde al tiempo pasaba el cansacio se hacía cada vez más agobiante hasta el punto de dudar seriamente si sería lo más sano salir de la casa. Y salí igual. Entre lagañas y las ganas de dormirse en cualquier parte.
Si la ida fue tambaleante, el regreso fue toda una proeza porque sentía que las piernas y cuello se convertían en piedra mientras la débil luz de la noche se convertía en la luz más cegadora que debo haber visto en mucho tiempo. De no haber estado bien acompañada no habría llegado, porque en el camino boté mucho de lo que me convertía en piedra, aún así se hacía difícil controlar los pedales.
Y llegué, a dormir... mientras tiernamente me cuidaban el sueño.
El día siguiente fue menos lúcido que el anterior, dormía menos pero el desenfoque no ayudaba mucho a mejorar las cosas, sólo veía borroso y colores, mientras me afirmaban fuertemente la mano para no perderme en aquel inestable torbellino de colores en el que se convertía mi pieza.
El " día del sueño" pasó sin mayor registro que lo alguna vez comentado en un blog y el turbio recuerdo de un par de días en que todo se borró para aprender que es preferible estar lúcida durante un mal rato que pasar unas pésimas vacaciones en las neblinas del sueño.

sábado, 9 de febrero de 2008

Box 6

Sentía mi estómago como pan amasándose, a pesar de haber vomitado ya un par de veces, sin que las gotitas y pastillas hicieran efecto. Para cuando dejo de doler un poco estaba acostada en una camilla en el box 6 con una aguja gigante en el brazo y las gotitas de suero cayendo gradualmente. Para inyectarme fue todo un show, mientras una tía me levantaba los pies yo me tapaba la cara con el poleron y la enfermera buscaba la venita de la cual sacaría como tres frascos de sangre y luego conectaría el suero. Cuando ya parecía tener un poco de color en las mejillas otra señora me pasó un frasco para echar nada más ni nada menos que mi pipí...creo que es de las cosas mas humillantes que puede haber. Me las ingenié para echar el pipí en el frasco, no fue nada agradable, eso es seguro y le devolví el frasco a la señora para pasar otra hora más acostada en esa camilla esperando que alguien dijera algo.
En el box de al lado había una señora por una picazón de insecto, ella hablaba más de la cuenta (si consideramos que era solo una picazón) mientras yo pensaba en la poca privacidad de esos lugares. Un poco más allá se escuchaban unos ronquidos discontinuados mientras veía pasar a los familiares de la tipa del box frente al mío, se había caído de una escalera y llegó con el pantalón ensangrentado. Sentía que ya empezaba a doler la aguja en mi flacucho brazo, al menos agradecía no haber caído de una escalera y el insoportable dolor que me hizo llegar de urgencia a una clínica ya estaba pasando, ahora sólo quedaba ese mareo, semifrío, semicalor, la tierra da vueeeeltas y vueeeeeltas y las ganas de vomitar se hacen cada vez más presentes. Es increíble todo lo que puedes pensar en aquel hermético lugar, desde darle un posible uso a cada máquina hasta recordar todo el menú que pudo haber conspirado contra el estómago.
A las 2 de la mañana llegó el único doctor a decirme que tenía una dichosa infección, que tomara analgésicos, que comiera porque le hacían falta un par de papas a la cazuela y que fuera a pagar a la caja los exámenes, el suero mágico y la consulta.
Me ofrecieron silla de ruedas para salir del box 6, la rechazé porque ya me sentía mejor y aunque el mundo diera vueltas quería salir con un poco más de dignidad después de haber hecho pipí en un frasco. Salí de aquel pasillo blanco, para terminar frente a una taza de baño vomitando lo que había pensado durante las 2 horas de espera en aquel box 6.