sábado, 25 de agosto de 2007

Anaranjada


Perezosamente recuerdo que tiré la cortina, se veía algo de cielo celeste entre las ramas de aquel triste árbol al que ni hojas le quedan. Siempre hago lo mismo, porque funciono con energía solar, entonces con sólo correr la cortina puedo tener una leve idea de como será el día. Hoy estaba seminublado, casualmente andaba floja pero con ganas de un cambio, por suerte a mi papá le sobraba un tarro de pintura naranja y se me ocurrió la genial idea de pintar la pieza.
Cuando apenas llegamos al Barrio Brasil, recuerdo que mi pieza tenía un tono azul muy desteñido y deprimente, no dudé en elegir un color llamativo y alegre para reemplazarlo, amarillo anaranjado. Lo que más me gustaba de esa pieza era el sol, no había sensación más agradable que echarse en la cama, junto a la ventana, a tomar sol mientras quien sabe como se escuchaba la pileta de la plaza. Ahí descubrí que los atardeceres eran amarillos, cuando la cortina seguía corrida y sin embargo la pieza y todo en su interior tomaba ese tono ambarino.
Hoy por más que corra la cortina, no llega el sol.
Hoy pinté la pieza anaranjada, y siguen ahí las cortinas amarillas, con la esperanza de que vuelva el sol a la pieza y pueda otra vez escuchar la pileta.
Tapé con pintura las culpas y las trancas, las manchas en la pared, el roce con los muebles y una que otra falla. Cubrí todo de naranja ¿y saben? Ser alegre no se ve tan mal.

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