domingo, 1 de julio de 2007

De borrachitos y de letras.



Como todo buen escritor se caía a la botella. Cuando llegaba a casa, tiraba el abrigo y los bototos y se sentaba a escribir. Peleaba con las hojas de rato en rato, y con la tinta creaba personas que a medida que avanzaba la noche, colmaban la descuidada habitación. Todos se movían, y entorpecian las acciones de los otros, mientras que el escritor, inmutable, bien aferrado eso sí a la botella, no hacía más que continuar con su concierto de personitas de papel.
Se rodeaba de personajes, falsos todos, contaba historias de amores, amistades y sociedad, sin embargo el siempre estuvo, esta y estará solo, y su único leal amigo, el alcohol.
Por eso no le crean a los escritores, son unos borrachos mentirosos, que cuentan su vida o la que les habría gustado vivir en papel tamaño carta o tal vez en alguna hoja menos decorosa.

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