viernes, 29 de junio de 2007

Miseria

Su vida de lujos acabó a los 15 años, cuando ya no quedaban chocolates en la bombonera y los pantalones ya la superaban en tres tallas. No quiso saber hacia donde fue el dinero que antes la mantenía, era de las personas que pensaba que poco hay que lamentar, cuando lo importante es actuar.
Hizo de sus días una rutina, por las mañanas arreglaba la maleta con esperanzas, aseaba la casa para según ella, pasar más rápido el tiempo. Luego se dedicaba a tejer marañas de palabras con cualquier elemento que estuviera a su alcance, para estar a las 6.30 en punto asomada por el balcón, esperando que la recogiesen antes del atardecer.
Pero siempre se hacía de noche y con ello la hora de vaciar la maleta y aceptar que un día más tendría que resistir sin bombones.
Conforme repetía sus días la miseria se acrecentaba, las marañas eran cada vez más deformes y los elementos que las conformaban poco a poco desaparecían, así como la poca carne que separaba la piel de los huesos.
Llegó el día en que ni la maleta se podía, ese día la pasaron a buscar y no la reconocieron, porque había pellejo y huesos en vez de la rechoncha y alegre niña que comía bombones y tejía.

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