sábado, 1 de diciembre de 2007


Pienso que cada vez que escribimos, dejamos un poquito de nosotros. Cuando es algo sin importancia, dejamos nuestra marca en la forma como lo escribimos o en las típicas palabras que usamos...pero cuando se escribe con el corazón, la persona misma es puesta en tinta y expone parte de sí para que los demás conozcan aquella parte, aún cuando esa intención sea muy bien disimulada. Puede que intencionalmente no queramos decir mucho de nosotros a los demás, pero cuando se escribe siempre está el riesgo...de hablar sobre lo que se ha vivido, de lo que se sueña o se espera.

Pero qué pasa cuando creías ser invisible entre las letras y alguien te descubre.


Todo lo que tanto tiempo habías sabido disimular se derrumba y vuelves a sentir lo que alguna vez sentiste cuando lo que estabas escribiendo era tinta fresca. Y duele como antes, porque siempre estuvo ahí en forma de vocales y consonantes, pero esta vez se cura con algo mas efectivo que el olvido...se sana con comprensión (y amor).

1 comentario:

Felipe dijo...

Así es, aunque no lo queramos, cuando escribimos parte de nosotros se va con esas letras, y la gente lo puede captar. Me gustó eso que escribiste: en las mismas palabras que usamos hay parte de nosotros.

Suerte Maca, gracias por todo el jueves pasado.
Felipe.